La costa amalfitana en Italiia mira al mar Tirreno.
Se extiende a lo largo del golfo de Salerno y comprende
algunos de sus lugares más famosos de Positano a Ravello y Amalfi.
Esta Costa es tutelada por la UNESCO como Patrimonio de la
Humanidad.
La franja Amalftanai es de una gran belleza natural. Ha estado
intensamente poblada desde principios de la Edad Media. Sus
pueblos albergan obras arquitectónicas y artísticas especialmente
notables. Sus zonas rurales testimonian la capacidad de
adaptación de sus habitantes que han sacado partido de la
diversidad del terreno de cultivo, desde los viñedos
y huertos en terrazas en las laderas bajas, a las tierras de
pastoreo en las tierras altas.
Al sur de Nápoles y Pompeya, podría decirse que el recorrido
abarca la península sorrentina, el brazo meridional de la bahía de
Nápoles y el golfo de Salerno, incluyendo las islas de Capri,
Ischia y Procida.
En los distintos pueblos de esta costa se puede observar ropa
recién lavada secándose al sol en las ventanas y hasta en
tendederos colgados en el frente de las casas, . Imágenes
de santos y vírgenes –algunos se iluminan por la noche– en
las fachadas de muchas viviendas. Scooters de marca Vespa
y autos Smart.
Así es la Costa Amalfitana, la seguidilla de ciudades y
de islas que puede comenzar a recorrerse en tren y en bus
desde Sorrento.
Municipios de la Costa Amlfitana:
El camino es tortuoso,y balconea entre el mar azul cobalto y
las pendientes de los montes Lattari, en una sucesión de valles
y montículos entre calas, playas y terrazas cultivas de cítricos,
vides y olivos.
Para recorrerla,se puede partir de Salerno. Esta es una bellísima
ciudad que surge en el golfo de mismo nombre en el mar Tirreno,
entre la Costiera Amalfitana, la llanura del Sele y el Cilento al sur,
en el punto en el que el valle del Irno se abre al mar.
Hay que dar una vuelta por el paseo marítimo de Trieste y una
visita al castillo medieval de Arechi que domina Salerno desde
lo alto.
Cerca de Amalfi, Ravello ha convertido en hoteles los
vestigios de su breve apogeo en el siglo XIII, cuando las
familias amalfitanasmás ricas contruyeron allí palacios y
mansiones. No es fácil manejar en estas costas italianas
y mucho menos por la empinada ladera
de Ravello. Una vez más, serán las iglesias antiquísimas y
las vistas panorámicas lo mejor del paseo, aunque aquí
también se destacan los jardines que insp iraron a notables
escritores y músicos.
Es por ello que se ofrecen excursiones a pie, con distintos
grados de dificultad, en las que no faltan escaleras, terrazas,
patios y monasterios.
Se puede ir zigzagueando en bus desde Amalfi hasta
Positano, pero lo mejor es recorrer este tramo de la Costa
Amalfitana en barco.
Desde las aguas azules del Tirreno, es conmovedora
la perspectiva de las montañas, los huecos que los siglos
fueron tallando en la piedra,
los viñedos escalonados, las cúpulas de los templos,
los túneles para vehículos en la roca y los caseríos solitarios entre
ambas ciudades.
A medida que la embarcación se acerca a Positano,
las construcciones –pintadas de colores– se multiplican
hacia la cima y las playas oscuras
compiten en cantidad de sombrillas y lanchas. Debido
al suelo pedregoso de la región de Campania, se recomienda
levar zapatillas de agua.
Compras en Positano: helados, aperitivos y limonadas, piezas
de cerámica pintadas a mano, prendas de lino, artesanías,
sombreros, acuarelas, jabones de limón y souvenires de toda clase.
Se recomienda visitar el Museo de la Cripta y del Campanario
de la iglesia de Santa María Assunta, cuyos trabajos de
restauración llevaron a descubrir los restos de una villa romana.
A tres kilómetros al oeste, surge Vietri sul mare, cuyo
centro se extiende a lo largo de la costa, mientras que la zona
Marina se abre al mar. Este magífico pequeño pueblo es la cuna
de los azulejos, por ello la cúpula de la iglesia de San
Giovanni Battista y la fachada de la Arciconfraternita
dell'Annunziata e del Rosario están recubiertas de coloradísimas
cerámicas.
Los pueblos de pescadores de Cetara y Maiori, entre los
centros balnearios más frecuentados por sus playas de arena fina,
también disponen de bellas iglesias- respectivamente San Pietro y
Santa Maria a Mare, con sugerentes cúpulas revestidas de mayólicas.
Antes de llegar a Maiori, se puede disfrutar de un punto panorámico
en el Capo d'Orso, además de una visita a la abadía de
Santa Maria de Olearia, excavada en la roca.
Desde Maiori se puede optar por una desviación hacia
el interior para llegar a Tramonti, tierra de maestros de la
pizza.
Prosiguiendo, en cambio, a lo largo de la costa, aparece
Minori.
Atrani no es muy visitada por los turistas, por lo que
conserva gracias a ello toda su autenticidad marinera.
Desde aquì se desvía la ciudad de Ravello, a 350
metros de altura, uno de los esplèndidos lugares de la costa
amalfitana, por la elegancia de sus villas: los jardines y el belvedere
de villa Rufolo y de villa Cimbrone.
Bajando nos encontramos con Amalfi. Esta es antigua
ciudad marinera, donde se debe o visitar la catedral de
Sant’Andrea Apostolo, de estilo árabe siciliano, reconstruído
en estilo barroco durante el siglo Setecientos, con su
maravillosa escalera y su magnífico claustro.
En la actualidad, el pulso de Amalfi lo marca la plaza
del Duomo, bulliciosa, desordenada, con más bares que espacio
donde uno es esquivado por mozos y motociclistas. La catedral
del siglo IX es el orgullo de la ciudad con un campanario románico
del siglo XIII, mientras que la fachada llamativa y su escalinata fueron
reconstruidas en 1891. En cambio, las puertas de bronce son originales
de 1066. En el interior se destaca una cruz de madreperla traída
por los Cruzados que retornaban de Tierra Santa y un par de
púlpitos. Con motivos árabes y antiguos sarcófagos romanos,
el Claustro del Paraíso data de 1266 como cementerio para la
gente adinerada; la Capilla del Crucifijo tiene frescos del siglo XIV
y tesoros eclesiásticos; y la cripta resguarda las supuestas reliquias
de San Andrés con propiedades consideradas milagrosas.
En este tipo de ciudades, lo mejor es perderse e ir descubriendo
calles y tiendas. Pero aquí vale la pena tomar la Via Genova
para llegar al Museo della Carta. Lo más interesante
de la visita será recorrer la vieja fábrica donde se elaboraba el
tradicional papel de Amalfi, ya que pocos saben que éste fue uno
de los primeros lugares de Europa que producía papel en el
sentido moderno del término. Se llamaba bambagina, derivado
de la ciudad árabe en la que se perfeccionó la técnica
que usaba algodón, lino y cáñamo. Y hoy se vende en negocios
exclusivos.
Luego aparece un sendero estrecho que culmina en el
Valle dei Mulini, nombre que hace referencia a las fábricas de harina y
papel de la zona, que aprovechan la energía del río Canneto.
Poco después de haber atravesado Praiano, se
llega a Positano, lugar de vacaciones desde finales del período
imperial romano, con sus blancas casas que descienden hasta
el mar agrupadas en torno a la iglesia de Santa Maria Assunta con su
cúpula de mayólicas.Típicos callejones repletos de tiendas
características donde comprar productos artesanos locales y tantas
escaleras que descienden desde lo alto del pueblo hasta la playa.
Entre las playas principales destacan la playa Grande
y la de Fornillo, que se pueden alcanzar a pié. La Porta, Arienzo
y San Pietro Laurito, son todas accesibles principalmente desde
el mar.
Es muy sugerente la via hacia Sorrento que discurre
hasta Sant'Agata dei Due Golfi (Santa Ágata de los Dos Golfos, el
de Nápoles y el de Salerno).
Sorrento es la ciudad de los jardines de cítricos que abraza
el golfo de Nápoles, punto de partida ideal para una
excursión a Capri, Isquia, o Nápoles, Pompeya y Herculano.
El centro se sitúa en un altiplanicie que domina el mar desde
una altura de 50 metros, en medio de una densa vegetación.En el
centro histórico se pueden apreciar todavía hoy los restos de sus
orígenes romanos, por un lado está rodeado de la muralla del 500
dentro la que se sitúa la Catedral, reedificada durante el siglo XV,
con fachada neogótica y la iglesia de San Francisco de Asís
con su destacable claustro del Trescientos con pórtico de influencia
árabe. No hay que perderse una vista al museo Correale, un paseo
por el parque desde el que se puede disfrutar de una magnífica
vista del golfo, y una excursión hacia la Punta del Capo, donde se
encuentran los restos romanos provenientes de la villa de Pollio
Felice (siglo I d. C.)
Una pequeña desviación nos llevará hasta el municipio
de Nerano, Marina del Cantone y la renombrada Bahía de Ieranto
que, formando parte de Massa Lubrense que se
encuentra en la costa sorrentina, se asoman al Golfo de Salerno
y son
algunas de las
más renombradas localidades vacacionales de la
Costa Amalfitana. Especialmente la Bahía de Ierano,
que es un auténtico paraíso natural donde está prohibido
el acceso a las embarcaciones de motor. Se llega allí a través
de un sendero que parte de Nerano.
En la plaza central de Capri lias familias meriendan pizzas
margheritas ( la masa es bien finita). La isla no es
caótica y desopilante en todas partes. Para comprobarlo,
alcanza con alejarse apenas de la Torre del Reloj, del
convocante mirador Cannone, de la iglesia Santa Ana y de
la terraza del funicular. Entonces, empieza a desplegarse
un silencioso laberinto de casas bajas con vista al mar.
El funicular (sale cada quice minutos y sube a la Piazzetta en
menos de diez) es una de las cuatro opciones para llegar
a la ciudad desde la Marina Grande, es decir, desde el puerto
de acceso a la isla. Los taxis y los pequeños buses anaranjados
(van al milímetro sorteando curvas, junto a las paredes de roca
proponen
otra forma
de llegar al corazón caprese, además de la alternativa de
caminar cuesta arriba.Si bien Capri es una isla de sólo 10 km2
, es una de las mayores virtudes de la Costa Amalfitana.
Sin temor a caer en exageraciones, es la excursión panorámica
de Italia por excelencia y, al mismo tiempo, una de las
más bellas del mundo.
Se aconseja navegar toda la mañana y recorrer las grutas Blanca
(con estalactitas y estalagmitas) y Verde (por el color del
agua), antes de cruzar entre los imponentes Faraglioni (Farallones),
las tres rocas que emergen de las profundidades marinas y son el gran
ícono de la isla. La más alta mide 111 metros, nada menos.
Todo funciona como un preludio de la visita a la Gruta Azul,
que no se compara con nada visto antes ni después. Por eso, hay
que rogar que las mareas permitan ingresar a la cueva, ya que la
entrada mide un metro y los botes a remo esperan el turno
para entrar. Entran cuatro turistas por nave, La maniobra vertiginosa
termina en un abrir y cerrar de ojos, con el mar teñido de
azul fosforescente y la mente tratando de reconciliarse
con las emociones desmesuradas, para escuchar la
explicación del efecto óptico que produce el sol al penetrar
la piedra.
El mediodía me encuentra de regreso en la Marina Grande.
Desde allí, se puede llegar a dos importantes monumentos de la época
romana. El Palazzo a Mare era una mansión de dimensiones y
comodidades sorprendentes, atribuida al emperador Augusto.
A su vez, un establecimiento termal se unía a la villa, desde Punta
Bovaro hasta la playa conocida como los Baños de Tiberio.
De hecho, de las doce villas imperiales que hubo en Capri,
Villa Jovi es la más grande de las que se pueden visitar pero
también fue la elegida por Tiberio para dirigir el destino de su
imperio del 27 al 37 dC.
Inspirados en el emperador Tiberio, que llevaba unas
sandalias de suela rígida y unas tiras de piel envolviendo sus tobillos,
los artesanos isleños venden un calzado similar, realizado a medida y
gusto de los clientes. Compiten en paciencia y creatividad con
quienes trabajan el hierro forjado y en los talleres de tejeduría
, además de los talentosos ceramistas.
Capri es ideal para caminar, pero la manera más rápida y
segura de llegar a su vecina Anacapri –más arriba aún– es en bus o
en taxi porque el camino es circular y estrecho, siempre en
ascenso. Antes de 1877, cuando se construyó la ruta, Anacapri
estaba aislada.
Será por tantos
años de soledad, lo cierto es que su bello centro histórico
hoy es un
entramado silencioso, con iglesias antiguas, tiendas y bares
agradables. Aquí hay dos visitas impostergables: la Escalera Fenici
y la insólitaVilla San Michele, construida por el doctor Axel
Munthe en una de las casas de Tiberio, quien coleccionó reliquias
artísticas entre jardines que miran al océano.
Sinónimo de glamour en los años ‘60, Capri ha convocado
a intelectuales primero, y a ricos y famosos del jet set
internacional después, que anclan sus yates cerca de los
Farallones para zambullirse en las aguas transparentes.

En la región de Campania, y más específicamente en la
Costa Amalfitana, hay limoneros en los jardines, en las
terrazas, en las macetas. Los limones se encuentran apilados en
las tiendas, se venden perfumes y jabones con su fragancia
y los baresy los puestos callejeros ofrecen limonada
(hielo, jugo de limón y azúcar) y helados del cítrico amarillo.
algunas de las terrazas escalonadas con limoneros datan del siglo
X. La bebida alcohólica más tradicional de la zona es el lemoncello
o limoncello, un sabroso y dulce licor con una graduación alcohólica
que ronda los 28 grados. Pero como en el resto de Italia, también
se acostumbra a tomar aperitivos,
como el Campari con naranja o el Spritz, a base de Aperol.
A la hora de comer, en ciudades como Amalfi, Positano y Capri,
también se come mucho y bien, con un mínimo de tres platos.
Durante los primeros días resulta una exageración cenar un plato
abundante de pastas
–por ejemplo, spaghetti alla carbonara, que lleva huevos
y panceta–, una pizza, sopa o la típica ensalada caprese
–con tomates, queso, aceite, sal y albahaca–, antes de llega
r al menú principal. Pero con el correr de los días, uno se
acostumbra y pide con total naturalidad unos
rigatoni con salsa de pulpo antes del filet de ternera o
del pescado con papas y calabazas. Como postre, la sfogliatella
napolitana (un pastel de hojaldre) es ideal para acompañar con
un café espreso, fuerte y corto. Y sin ninguna culpa, a los
pocos minutos, se puede degustar un helado bien cremoso.
Excursiones y paseos:
Ferry de Amalfi a Positano o de Amalfi a Salerno, 8 euros.
De Amalfi a Capri: 20,8 euros (www.travelmar.it).
Navegación por grutas Blanca, Verde, Farallones y Azul sin
entrar, 17 euros. Bote a remo a la Gruta Azul, 9 euros; ingreso,
4 euros.
Funicular de Marina Grande a Capri, 1,80 euro.
Entrada a los Jardines de Augusto, 1 euro.
Fuente: www.italia.it; www.wikipedia.com; clarin.com;